domingo, 28 de diciembre de 2008

La vida de un zapato


El hecho fortuito de ser un zapato, me ha llevado a un sin fin de lugares uno más hermoso que otro. Sentir un suelo cálido en verano, pasar por uno lleno de pólenes secos en primavera, seguir por uno lleno de hojas secas en otoño y sentir un frío acojonante en invierno. Ése es mi fin, llevar a mi paseante a todos sitios y en cualquier circunstancia. Pues, mi dueño, un bandido, ladrón de bancos, traficante de drogas, perturbador de paz y machista confeso, me lleva y me pasea por todas partes, esa ha sido mi suerte y lo tendré hasta cuando él se vaya lejos, allá, donde ya no me utilice.
Cuando salimos, oigo conversaciones de los dueños de mis amigos, ellos hablan de otros países, de irse como gente rica. Mi amo les escucha y sólo piensa en Ella y en su hijo. Ella, enferma la pobre... Entonces hablan de otro golpe y pienso en correr de nuevo, en la tierra, el polvo, el agua que tengo que sortear. Así es mi vida, esto es lo que me ha tocado.
Ayer, por ejemplo, fuimos tranquilos y casi temerosos a buscar a un paquete que traía el tren del mediodía.
Hace una semana, corrí tanto por unas calles que nunca estuve, me metí por una lavandería, aparecí por un cine, me escabullí por un mercadillo y al fin cuando ya no pude más, llegué hasta una escuelita pequeña llena de niños. Entonces caminé tranquilo. Por la noche, salí de nuevo a verme con otros conocidos, ellos me miraban y me saludaban, "hola viejo" me decían casi todos.
Hoy no he salido, creo que mi vida se ha acabado, seguramente me cambiarán la cara y seré otro, quizá el estar tanto tiempo juntos me haya vuelto viejo, pero eso no me importa, mañana seré otro.

2 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

Lo cierto es que sí, nadie trata o considera a sus zapatos exactamente igual. Yo no sé lo que significaremos para ellos, pero sí creo que deberíamos plantearnos qué son para nosotros nuestros zapatos, más allá de su uso práctico. Es decir, qué parte de nosotros simbolizan, a qué parte tratamos como tratamos a nuestros zapatos.
Saludos.

Julio L. Rodríguez dijo...

Pues, más que literalmente he dibujado a un zapato, he hecho de él, una extensión de mi propia vida, es decir, he tratado de considerar al zapato una parte imprescindible de mi cuerpo, que cómplice de mis pies, se conviertan en fieles testigos de mis (vuestras) cuitas. No un par de ellos, sino, todos. Son aquellos que nos han humanizado en muchos años. Así es.