domingo, 28 de junio de 2009

Ör Febos





















Ayer (sábado 27) fue una noche espectacular, en la calle Servator 19 presenciamos un pequeño concierto que poco a poco se fue transformando en enorme y fastuoso, por lo menos, yo lo viví así. Mi primo y yo, nos preparábamos para una velada que quizá en nuestro fuero interior, la tomábamos como una noche más. Pero los chicos de Ör Febos, nos demostraron lo contrario. Fue una noche única, una noche Rockera. Pues allí estaban listos: Fer, Hernán, Leandro y Miguel subidos en el escenario, lanzando de cuando en cuando miradas furtivas, desmostrando quizá lo humano que somos. Las luces, después del espectáculo de vídeo dando paso a un Opening destacado y luminoso, se encendieron y al ritmo de las baquetas del batería, empezó la fiesta con "Fácil".

Quizá estuve un poco nervioso como ellos, a mi favor les diré que fui un elegido. Presencié un pequeño Unplugged hace unos meses. Tal vez eso me haga ser cómplice o sentirme como una pieza pequeña del grupo, yo les vi nacer. Lo digo con Orgullo.

Aquí les dejo un cachito de lo que fue la noche de Ör Febos.

sábado, 27 de junio de 2009

La muerte

¿Qué es la muerte?, me pregunto. ¿Quizá un estado anímico, un forma de retiro espiritual, una siesta permanente, unas vacaciones indefinidas u otro modo de vivir?
Y a dónde va nuestro espíritu (si lo tenemos claro está) después de muertos, ¿al cielo? quizá si hemos sido buenos; y ¿al infierno si hemos sido malos?
Qué harías tú con tu "alma" después de muerto claro está, si tenemos manejo sobre ella. En qué te querrías convertir. A dónde quisieras migrar, a un animal, una planta, otro ser humano, hombre o mujer. Es tan difícil definir a la Muerte. Todos o casi todos le tenemos miedo a ella. No queremos cruzar ese umbral, queremos vivir eternamente, y todo para qué.
Hubo un tiempo que mi tema favorito en muchas historias de adolescente, era la muerte, en poesía o en cuento. A decir verdad me sigue encantando saber sobre ella. Pero no me veo capaz de escribir sobre ella. Se me complica matar a un personaje mío en alguna historia vanal.
De jovencito, mi abuelo era quien nos contaba sobre "los muertos" (fantasmas) y para mí, los malos de las historias. Y dónde están los fantasmas. En qué mundo viven, si es que a eso se le llama vivir. Más adelante supe qué era el Limbo (mundo donde "viven" las almas) ¿un mundo paralelo al nuestro?, ¿y cómo se manifiestan?, porque lo hacen, se aparecen, se oyen voces, se sacan fotos, se abren puertas, puertas que al igual que en nuestro mundo, quizá las utilicen para manifestarse.
La muerte de algún ser querido, tal vez nos acerque a ella. Pero, ¿sabremos nosotros con exactitud el momento de morir?. Sólo nos queda esperar.

¿Y si mejor nos tomamos a la muerte con mejor sentido del humor?.

jueves, 11 de junio de 2009

Cuento




¡NOS ATACAN!



Nunca podré olvidar, aquella tarde de lluvia, cuando cruzando el cerro Topomoy, nos encontramos cara a cara con los monos, el ejército ecuatoriano allí despanzurrados durmiendo a pierna suelta junto a unos algarrobos. Nuestro líder, el capitán Remigio de los Eros mandó a la tropa, en ese tiempo lleno de mocosos y serranos sin instrucción alguna, dividirnos en tres grupos, yo fui en el grupo del sargento Gonzaga, el moco Gonzaga como le decíamos, porque se la pasaba comiéndose los mocos cada vez que iba a pasar algo importante y ese día pasó. Todos cargamos los fusiles. Todos nos ajustamos las botas y emprendimos la encerrona. Nosotros nos fuimos por la derecha, subimos rampando una cuestecita siempre guarecidos por los algarrobos, por allí habían muchos, bajamos, y nos colocamos listos para atacar. El otro grupo dirigido por el sargento Dionisio Carrasco, se dirigió por la izquierda, en ese grupo estaba mi amigo Alfonso, alias Alfonsito, el nuevo. Ellos bajaron por un riachuelo, caminaron por sus entrañas unos metros y subieron queditos evitando pisar la hojarasca. A los pocos minutos ya estaban listos. La mano del capitán aún estaba en espera. Entonces, empecé a divisar quiénes estaban en el otro bando, en el enemigo. Siempre deseé no encontrarme con los Chasqui. Los Chasqui, eran tres hermanos muy unidos de los cuales conocí a dos, Jonás Chasqui y Antonio Chasqui. Con ellos estudié los dos primeros años de nuestras carreras, luego desaparecieron una mañana sin decir una palabra. Por esos tiempos ya se anunciaba la inminente guerra que tendríamos con el Ecuador, todo por un pedazo de tierra. Nos llamaron como reserva, casi toda mi aula se presentó entusiasta al servicio, Alfonso “el nuevo” y yo, nos desistimos en el fondo, pero acudimos engañados por un gobierno que nos prometió trabajo, ayudas y beneficios. Nunca vimos realizados esas promesas. Al igual que los Chasquis, también estaban estudiando otros extranjeros, dos argentinos, un mexicano, una española, la Marilú, y dos franceses, que se reían siempre que escuchaban que iba haber guerra con los ecuatorianos. A uno lo mataron por vender información secreta al país vecino. Alfonso era trujillano, tenía una hermana que era campeona regional de Marinera, él también lo bailaba, y ambos habían sido campeones juveniles un año según me contó su madre una vez cuando estuve de visita por su tierra. Su padre un cazador nato se había confeccionado un rifle con mira telescópica, una de las precursoras en el armamento bélico, pero que pasó desapercibido cuando los americanos la inventaron. Alfonso creció con ella, aprendió el arte del disparo selecto, el de dar en el blanco a veinte, treinta, cincuenta, cien metros y más. Yo aprendí de él la paciencia. Más que visitar a Alfonso, era ver a su hermana Susana, esa chinita guapetona de bien ver. Me enamoré de ella a solas, no sé si ella lo estuvo de mí, pero el día que nos alistamos, le escribí una cartita en la que le decía que estaba enamorado de ella, que me gustaba la forma cómo bailaba, su carita, sus ojitos chinitos, esos ojitos que me volvían loco. Nunca obtuve respuesta alguna. Entonces Alfonso me hizo una señal con la mano que al principio no entendí, me señalaba algo allá al frente, en el campo enemigo, entonces miré con detenimiento al bando enemigo y entendí lo que me quería decir. Eran los Chasqui durmiendo uno al lado del otro. Justo lo que ambos no queríamos se nos presentaba. La mano del capitán aún en lo alto, esperaba no sé qué para dar la orden. Alfonso levantó levemente la cabeza preguntándome seguro que qué hacer, a los segundos le devolví otro gesto moviendo la cabeza negativamente. Pensarán ellos lo mismo si nos encontrasen, me preguntaba. Qué hacer. El guarda que también dormía abrió los ojos asustado, seguro por alguna pesadilla, entonces, poniéndose en pie, empezó a andar de izquierda a derecha. Caminó en nuestra dirección, se detuvo un segundo mirando a su alrededor olfateando quizá la muerte, se bajó la bragueta y empezó a mear. Las pequeñas carpas raídas que sólo cubrían las cabezas de los soldados, la pobreza que se olía y ahora una pequeña llovizna que caía, sólo delataba la miseria de nuestros ejércitos. Cómo deseaba que en ese momento nos llegara la noticia de que ya se había llegado a un acuerdo de paz. Pero eso no ocurriría hasta dos años más adelante. De pronto, el capitán bajó la mano indicándonos el ataque. Entonces atacamos. Un disparo en la frente, seguro de Alfonso derribó al guarda. Sólo se escuchó un “nos atacan”. Seguro que si nos ven nos matan, pensé. Atacamos. En ese momento pensé en mi vida y no en la de los Chasquis. Entonces disparé a matar. Nunca se pensaron lo cerca que estábamos.

Ningún herido. Todos muertos. Así empezó una de las tantas y tontas guerras con el Ecuador.

Julio L. Rodríguez

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