domingo, 29 de junio de 2008

España Campeona



La Selección más grande de Europa...

EUROCOPA

"Luis quédate, Luis quédate"

Miles de personas celebran en Colón la segunda Eurocopa de España

DAVID FERNÁNDEZ - Madrid - 30/06/2008

¡Luis quédate, Luis quédate!. Miles de aficionados han recibido con gritos al seleccionador y a los jugadores de la selección española que ha llegado a la plaza de Colón tras aterrizar en Barajas. Aunque los aficionados no han sido los únicos en jalear al entrenador. En en el escenario de Colón, Iker Casillas ha sido el primero en silenciar la plaza y, micrófono en mano, ha alabado a Aragonés. "Es la persona que nos ha llevado donde estamos", ha declarado". Tras las palabras del capitán, le ha tocado el turno a Aragonés que, muy emocionado, ha afirmado: "Tengo el mejor equipo del mundo". Y después ha llegado el momento más divertido de la noche con el guardameta Pepe Reaina que ha cantado la alineación.


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Objetivo cumplido

Personalidades en el palco del Alemania - España


Objetivo cumplido. Aragonés enseña con orgullo la Copa de campeones de Europa a los Reyes y a Zapatero, que siguieron desde el palco la victoria de España ante Alemania.- REUTER


La imagen área de Colón mostraba una plaza roja abarrotada. En las calles, la gente no para de jalear a la selección española - sobre todo al seleccionador y al autor del gol ante Alemania, FernandoTorres- que ha aterrizado en Madrid cerca de la ocho de la tarde. El seleccionador, muy emocionado, ha sido el primero en salir del avión y, junto a Iker Casillas, ha levantado el trofeo de campeones. Después, todos los jugadores - con caras cansadas tras una noche de marcha- de la generación histórica que ayer lograron, tras vencer a Alemania, conquistar Europa, han posado ante los medios de comunicación y se han subido al autobús para recorrer los 15 kilómetros.

Los aficionados han vibrado cuando en las pantallas enormes se retransmitía en directo la llegada a Barajas y con sus chillidos han conseguido ahogar al grupo musical que estaba en ese momento actuando.En la plaza, miles de personas les han recibido. Algunas que ya vivieron la victoria de 1964 con apenas 14 años y que confiesan que esta victoria "ahora hace más ilusión porque se necesitaba más". El ex jugador del Real Madrid y miembro del grupo Pignoise, Álvaro, ha confesado que tiró por el aire sillas tras la victoria de España. Hoy, en Colón, por el aire han sobrevolado la ciudad aviones del ejército dibujando la bandera española. Tras el vuelo de los aviones, el Está previsto también que dentro de unos minutos actúen en el escenario, que se ha convertido en un lugar de encuentro mágico para todos los seguidores de la "roja", Carlos Latre, la banda del Capitán Canalla y Manolo Escobar o, entre otros, Chenoa que ha apostado por Torres como el mejor de la Eurocopa.

Antes de la fiesta final en la plaza madrileña, durante el vuelo, las azafatas han bailado la canción Macarena a los jugadores y éstos no han parado de gritar "¡Míster quédate! y ¡Somos españoles!.


www.as.com

Donde vivió Vallejo

Casa de César Vallejo
















Santiago de Chuco





Este pueblo es Santiago de Chuco, y la casa que vemos arriba, es la del grandioso poeta peruano César Vallejo. Para mis compatriotas peruanos, no es justo que el museo que se ha levantado, tenga esa pinta, el Gobierno Local debe manifestarse, quizá él no tenga los fondos necesarios, pero quizá el Gobierno Central sí, son nuestros fondos, y los reclamamos para tener un museo digno para nuestros hijos. Por favor, si esto llega al alcalde de éste pueblo, que dicho sea de paso no conozco, salvo por estas fotos de un hermano que estuvo por allá, ponga manos a las obras y no a las sobras.

Graffitis Modernos

Julian Beever





Julio Ramó Ribeyro


Julio Ramón Ribeyro




Julio Ramón Ribeyro se dedicó a la escritura con el mismo placer y resignación con el que se sobrevive un vicio: sin remedio. Aunque en algún momento confesó ser un "hedonista frustrado", pues su vida siempre se sostuvo en los frágiles "umbrales de la salud", Ribeyro practicó la embriaguez moderada como método de conocimiento y la escritura como sucedáneo del tabaquismo. Su trayectoria de fumador atraviesa uno de los momentos sin duda más felices de la prosa latinoamericana: el cuento autobiográfico "Sólo para fumadores". Ahí, detrás del ácido carbónico y el humor negro que Ribeyro exhala contra sí mismo, apenas se oculta la historia de una vocación literaria asumida como una disciplina intransigente, renunciando a cualquier prestigio público e incluso a cualquier mérito. En más de una ocasión, este fumador incorregible declaró que, para él, el acto creativo había adquirido la misma naturaleza de los vicios: un hábito que luego se convierte en una enfermedad incurable, autodestructiva y fanática ("escribir es desoír el canto de sirena de la vida"), pero que se revela, al final, como la única medicina posible contra la grisura del mundo. Ribeyro no escribe por oficio, acaso ni siquiera por vocación; lo suyo es un impulso fatal, una necesidad inaplazable. Dejar de hacerlo, como dejar de fumar, le habría hecho la vida insoportablemente insípida.

Ribeyro nació en 1929, en una ciudad que aún aguardaba ser escrita. Enemigo de la crítica biográfica a lo Saint-Beuve, el autor de Los geniecillos dominicales escribió en la primera página de su autobiografía inconclusa: "Se puede ser una nulidad a pesar de una estirpe ilustre e inversamente un hombre excepcional nacido en un medio humilde e iletrado[...] Mi vida no es original ni mucho menos ejemplar y no pasa de ser una de las tantas vidas de un escritor de clase media nacido en un país latinoamericano en el siglo veinte." A cambio, Ribeyro propuso en sus Prosas apátridas una crítica que se organizara alrededor de los rostros: "Cada escritor tiene la cara de su obra." En efecto, la obra de Ribeyro, discreta e inapresable, no merecía otro rostro que el de su autor. En las pocas fotografías que se conocen de él, siempre está de paso, como queriendo escapar de la posteridad. Flaco, débil y tímido, sus ojos guardan, en cambio, una extraordinaria viveza, inteligente y puntillosa, y sus labios delgados descubren, además del infaltable cigarrillo, una sonrisa ambigua, a un tiempo irónica y afectuosa. Además, el cuerpo enfermizo de Ribeyro siempre parece estar nadando entre sus ropas, como si la compostura, el éxito y la salud fueran camisas demasiado pequeñas e incómodas para habitar en ellas. Un día, después de haber canjeado la carrera de Derecho por la de Letras, el joven fumador decidió renunciar también a su domicilio y a su cédula profesional para recorrer mundo en busca de la página y el cigarrillo perfectos. Vivió provisionalmente en Madrid, Amsterdam, Amberes, Londres, Munich y París, con nada más que "una maleta llena de libros, una máquina de escribir y un tocadiscos portátil". Ajeno a las aventuras literarias y mercantiles del boom, Ribeyro nunca vivió de lo que escribía. A lo sumo, compró un paquete de Gitanes con lo poco que recibió en una librería de viejo por los diez ejemplares de su primer libro de cuentos, Los gallinazos sin plumas, "que un buen amigo había tenido el coraje de editar en Lima". Empleado de la Agencia France-Press por casi diez años, trabajó antes de repartidor de periódicos y después como periodista de los programas en español de una radio francesa. El introvertido escritor peruano prefería situarse detrás de la noticia, a diferencia de sus contemporáneos, quienes procuraban a toda costa tener un papel público. Guardaba la certeza de que la escritura se fundaba en su irrelevancia social, en ser tan sólo "un punto de vista, una mirada".

Como el niño del cuento "Por las azoteas", Ribeyro diseña un mundo imaginario hecho de trastos rotos e inútiles, objetos y seres que no encuentran acomodo en ningún lado, y a los que brinda una última mirada. Sus personajes forman una verdadera sociedad anónima, cuyo único capital es la aventura prometida y burlada, "el consolador mundo de la ilusión": la joven que recorre París en busca de posters turísticos para tapizar su casa y cumplir su tour imaginario alrededor de la alcoba; el educador peruano que cree vivir en París una tardía aventura amorosa que se revela como un engaño que lo conduce a la muerte; el desempleado que diseña elegantes tarjetas de presentación mientras es llevado a la cárcel por no pagar la cuenta... El antidramatismo de estas tramas radica en el doble juego de lejano acercamiento que hábilmente propone su prosa. Escéptico radical, pero nunca cínico, Ribeyro es alternativamente cruel y piadoso, corrosivo y benigno.

Autor en fuga, auténtico "pasajero en tránsito", Ribeyro se procuraba identidades y escrituras distintas. Por sus 87 cuentos (Cuentos completos, Alfaguara, 1994) transitan varios narradores, filiaciones literarias, temperaturas y temas. Cuentos rurales, fantásticos, épicos, alegóricos, urbanos, satíricos, de enigma,de infancia, "de literatos"; lo mismo acude a la crónica que a la autobiografía sesgada, a la crítica, la parábola y la fábula. No sólo eso: Ribeyro construye sus frases "palabra por palabra" buscando, con singular obstinación, trazar un camino hacia un estilo neutro, es decir, hacia la supresión de cualquier estilo.

Escribió tres novelas, algunas obras de teatro, ensayos literarios y libros de difícil clasificación, como Los dichos de Luder y Prosas apátridas. En el primero, se definió como un decidido "corredor de distancias cortas"; se trata de una colección de frases dichas por un ubicuo personaje llamado Luder, escritas sin otra conciencia que su propia celeridad. A un paso del aforismo y la anécdota inteligente, estas citas extraídas de ningún lado van dibujando la personalidad y la vida ocultas de un personaje que se ríe de sí mismo con singular desparpajo y en el que no sería raro reconocer al propio Ribeyro.

Las Prosas apátridas son, por su parte, el compendio de los muchos escritores que fue JRR, su auténtico documento de identidad. Síntesis de una personalidad huidiza, en perpetua mudanza, estas prosas carecen de "un territorio literario propio": "No son ­escribe en la 'Nota de autor'­ poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo, ni apuntes destinados a un posterior desarrollo." En las Prosas... Ribeyro dibuja sus pensamientos, rescata la pedacería de las horas perdidas, atrapa gestos cotidianos, relata anécdotas que son trozos de cuentos, describe sueños, visiones e intuiciones; consigna las pequeñas imbecilidades del mundo; escribe ensayos instantáneos, encapsulados. El libro es, así, el continente imaginario y provisional (las Prosas... conocieron varias ediciones corregidas y aumentadas) a donde fueron a dar fragmentos y apuntes perdidizos escritos con el curso de los años, y que no hallaban alojamiento en ningún libro o género definidos. Recojo aquí la prosa 161, por tratar un asunto insignificante, de esos que le gustaban a Ribeyro, y por confirmar su certeza de que "todo tiene importancia, nada tiene importancia, aquí, ahora": "Costumbre de tirar mis colillas por el balcón, en plena Place Falguière, cuando estoy apoyado en la baranda y no hay nadie en la vereda. Por eso me irrita ver a alguien parado allí cuando voy a cumplir este gesto. '¿Qué diablos hace ese tipo metido en mi cenicero?', me pregunto."

El destino que han seguido estas Prosas... es tan extraño y paradójico como el de toda la obra de Ribeyro. En Los dichos de Luder alguien pregunta: "¿No te preocupa escribir desde hace treinta años para haber alcanzado tan minúscula celebridad?" A lo que Luder responde: "Por supuesto. Me gustaría escribir treinta años más para ser completamente desconocido." En efecto, el autor de La tentación del fracaso. Diario personal 1960-1974 quiso ser un escritor afantasmado, el volátil inquilino de sus cuentos, dispuesto a desaparecer después de haberle pagado su cuota a la ficción. Sin embargo, a fuerza de disimular su talento, Ribeyro fue surgiendo, para su sorpresa, no sólo como un maestro indiscutible del relato corto, sino como uno de los autores más leídos en Perú. Y fuera de Perú. Cuenta Bryce Echenique que un mercenario de la guerra de Vietnam se fue desde Birmania hasta París nada menos que a pedirle al ocupado de Ribeyro que le escribiera sus memorias, "porque de lo contrario... Decía Julio Ramón que el pistolón era de este tamaño". No es raro, entonces, que un libro tan heterodoxo como las Prosas apátridas, cuya tesitura intelectual parecía ser coto exclusivo de literatos, se haya convertido en prontuario de bolsillo de taxistas y médicos.

Enemigo de los reflectores y micrófonos, Ribeyro solía enviar a sus "representantes" (su amigo Bryce, su propio hijo o quien estuviera a la mano) a la escena, diciendo en su descargo que estaba bajo la tiranía de un severo resfriado. En noviembre de 1994 fue condecorado con el Premio Juan Rulfo, a cuya ceremonia no pudo asistir a causa de su delicado estado de salud. Su desdén por el prestigio y las aureolas había llegado demasiado lejos. Ribeyro murió pocos días después, el 4 de diciembre de ese año.

Mario Vargas Llosa


Mario Vargas Llosa


Escritor Peruano



Nació el 28 de marzo de 1936 en Arequipa (Perú). No conoció a su padre hasta los 10 años. En 1955 se casó con su tía política, Julia Urquidi y en 1965, en Lima, con su prima Patricia Llosa. En 1959 se trasladó a París y posteriormente a Madrid, ciudad donde cursó estudios y publicó su primer libro, Los jefes, una colección de cuentos. Pasó algunos años en París, Barcelona y Londrés, donde vivió como exiliado voluntario; entre 1974 y 1990 vivió nuevamente en su país. Su fama le llegó tras ganar el Premio Biblioteca Breve, de Barcelona, con su novela La ciudad y los perros (1963), donde narra sus experiencias en el colegio militar Leoncio Prado, a continuación escribió las novelas La casa verde (1966), sobre sus años en Piura y Conversación en la Catedral (1969), que trata sobre los oscuros años de la dictadura de Manuel A. Odría (1948-1956). En 1967 apareció su relato Los cachorros. Su siguiente obra fue Pantaleón y las visitadoras (1973), y a continuación se retrata a sí mismo en La tía Julia y el escribidor (1977). En La guerra del fin del mundo (1981) regresa al estilo de composición épica de su primera etapa. Posteriormente sus novelas son esencialmente políticas Historia de Mayta, (1984), Lituma en los Andes (1993), y más ligeras ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), Elogio de la madrastra (1988). En su novela El hablador (1987) trata sobre identidades culturales y diferencias antropológicas. Una importante porción de su obra ensayística puede leerse en Contra viento y marea (1983-1990). Sus memorias tituladas El pez en el agua (1993) presentan un gran recuento de su experiencia como frustrado candidato presidencial en las elecciones peruanas de 1990. Los cuadernos de don Rigoberto (1997), se introduce en el mundo de la fantasía creadora y del erotismo. En el 2000 aparece su novela La fiesta del Chivo, sobre la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana. En 2003 apareció 'El paraíso en la otra esquina', basado en la vida de la escritora Flora Tristán y el pintor Paul Gauguin, salió a la venta el 20 de marzo en Perú. En 2004 presentó un ensayo sobre 'Los miserables', de Víctor Hugo titulado 'La tentación de lo imposible' una versión ampliada del curso que impartió en la Universidad de Oxford. Ha escrito además libros de crítica literaria, obras teatrales e incontables páginas periodísticas en diversos lugares del mundo. Vargas Llosa, ha sido traducido a una gran cantidad de lenguas y ha conseguido los mayores premios literarios internacionales, entre ellos el Premio Cervantes. Nacionalizado español en 1993, Mario Vargas Llosa añade, desde enero de 1996, a su actividad como escritor plural la de miembro de la Real Academia, donde había ingresado con un discurso sobre Azorín. Entre las más importantes distinciones que ha recibido -sólo entre las concedidas a la literatura en lengua española- figuran el premio Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias (1986), compartido con Rafael Lapesa el Planeta (1993), con la novela Lituma en los Andes, y el Cervantes (1994). En enero de 2005 la universidad peruana Ricardo Palma lo nombró doctor 'honoris causa' por considerarlo el más destacado escritor peruano reconocido mundialmente. Vargas Llosa dedicó su discurso al cuarto centenario de 'El Quijote'. El 12 de febrero de 1976, durante el estreno de una película con guión de Vargas Llosa, "La Odisea de los Andes", en el Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de México, el peruano le propina un puñetazo a su hasta entonces amigo Gabriel García Márquez que cayó al suelo, ante el asombro de los asistentes. Mario Vargas Llosa giró en redondo y se fue. Las razones nunca han quedado claras pero todo indica que fue una razón personal y que sus tendencias políticas sólo azuzaron el distanciamiento. Vargas Llosa dedicó el calificativo de "cortesano de Castro" al colombiano. En una entrevista para la televisión a García Márquez se le preguntó si había perdido algún amigo a lo largo de su vida, respondió: "Solo uno".

Gabriel García Márquez





Gabriel García Márquez


Escritor colombiano



"A mis doce años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra? Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras".


Nació el 6 de marzo de 1928, uno de los 16 hijos de Gabriel Eligio García telegrafista de Aracataca (Colombia). Siendo muy niño fue dejado al cuidado de sus abuelos maternos, el Coronel Nicolás Márquez Iguarán -su ídolo de toda la vida- y Tranquilina Iguarán Cortés. El reconoce que su madre es quien descubre los personajes de sus novelas a través de sus recuerdos. Por haber vivido retirado al comienzo de su padre, le fue difícil tratarlo con confianza en la adolescencia; "nunca me sentía seguro frente a él, no sabía cómo complacerlo. El era de una seriedad que yo confundía con la incomprensión", dice García Márquez. Asiste al Colegio San José de Barranquilla. Después de terminar su secundaria comienza a escribir una novela que en un principio titula "La casa" (Por esta época lee a Kafka y a Joyce. Viaja a Cartagena donde ingresa a la facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Bogotá. Publica en El Espectador su primer cuento, "La tercera resignación". Deja la carrera del derecho y se inicia en el periodismo. Trabaja en el diario el Universal un periódico de Cartagena de Indias durante 1946 como redactor. Publica "Eva está dentro de su gato", "Tubal-Caín forja una estrella", "La otra costilla de la muerte" en El Espectador. Más adelante trabaja para El Heraldo en Barranquilla entre 1948 y 1952, y El Espectador en Bogotá a partir de 1952. Entre 1959 y 1961, estuvo trabajando para la agencia cubana de noticias, La Prensa, en Colombia, en la Habana y en Nueva York. Sus ideales izquierdistas le hicieron enfrentarse con el dictador Laureano Gómez y con su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla, problemas que llevaron al exilio voluntario en Mexico y España entre 1960 y 1970.
Fue en México, durante su exilio, donde empezó a escribir su obra maestra, la novela Cien Años de Soledad, en un estilo que demuestra la influencia del famóso escritor norteamericano, William Faulkner. El escritor colombiano llevó a su esposa a vivir con su familia y el permaneció 18 meses casi sin salir de una habitación a la que llamaba "la Cueva de la Mafia", en su departamento de México para escribir "Cien años de soledad". Allí permaneció consumiendo seis paquetes diarios de cigarrillos. Las deudas se acumulaban y para resistir económicamente este largo período vendió su automóvil y casi todas sus pertenencias, incluyendo los electrodomésticos y enseres de la casa. Por esta obra percibió un anticipo de apenas 500 dólares y la tirada inicial fue de 8.000 ejemplares. La fabulósa novela relata la historia épica de la familia Buendía y sus generaciones en la comunidad fictícia de Macondo. Cien Años de Soledad se ha convertido en una obra literaria clásica mundial y de la literatura moderna de hispanoamerica. Se ha traducído a la mayor parte de los idiomas y lenguajes literarios, y a la vez se han vendido mas copias de esta novela que la de cualquier otro autor latinoamericano contemporaneo. El otoño del patriarca (1975), que trata sobre el poder y la corrupción políticos, Crónica de una muerte anunciada (1981), novela en la que se nos cuenta la historia de un asesinato en una pequeña ciudad latinoamericana, El amor en los tiempos del cólera (1985), que es una historia de amor que se desarrolla también en Latinoamérica, El general en su laberinto (1989), narración ficticia de los últimos días de Simón Bolívar, Noticia de un secuestro (1996), reportaje novelado sobre el narcoterrorismo colombiano. También ha escrito cuentos como La increíble y triste historia de Eréndira y de su abuela la desalmada (1972) o Doce cuentos peregrinos (1992). En octubre de 2004 se lanzó 'Memorias de mis putas tristes', la historia de un anciano que hace el amor por última vez a sus 90 años y recuerda a todas las mujeres con las que se relacionó.
En 1982 le otorgaron el Premio Nobel de Literatura y fue formalmente invitado por el gobierno colombiano a regresar a su país. La vida y obra del Nobel García Márquez ha sido reconocida públicamente: en 1961 recibió el Premio Esso, en 1977, fue homenajeado en el XIII Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana; en 1971, declarado "Doctor Honoris Causa" por la Universidad de Columbia, en Nueva York; en 1972, obtuvo el Premio Rómulo Gallegos por su obra "La Cándida Eréndira y su abuela desalmada". En 1981, el gobierno francés le concedió la condecoración "Legión de Honor" en el grado de Gran Comendador. Asistió a la posesión de su amigo y Presidente de la República, François Miterrand. En 1992, fue nombrado jurado del Festival de Cine de Cannes. En 1958, se casó con Mercedes Barcha. Tienen dos hijos, Rodrigo y Gonzalo.






Obras:

La hojarasca (1955)
El coronel no tiene quien le escriba(1961)
La mala hora(1962)
Los funerales de la Mamá Grande(1962)
Cien años de soledad(1967)
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada(1972)
Cuando era feliz e indocumentado(1973)
El otoño del patriarca(1975)
Operación Carlota(1977)
Crónica de una muerte anunciada(1981)
El olor de la guayaba(1982)
El amor en los tiempos del cólera(1985)
El general en su labertino(1989)
Doce cuentos peregrinos(1992)
Del amor y otros demonios(1994)
Noticia de un secuestro(1996)
Memorias de mis putas tristes (2004)

Julio Cortázar




Julio Cortázar

(Bruselas, 1914 - París, 1984) Escritor argentino. Hijo de padres argentinos, a los cuatro años Julio Cortázar se desplazó con ellos a Argentina, para radicarse en la provincia andina de Mendoza.

Tras completar sus estudios primarios, siguió los de magisterio y letras y durante cinco años fue maestro rural. Pasó más tarde a Buenos Aires, y en 1951 viajó a París con una beca. Concluida ésta, su trabajo como traductor de la Unesco le permitió afincarse definitivamente en la capital francesa.

Por entonces Julio Cortázar ya había publicado en Buenos Aires el poemario Presencia con el seudónimo de «Julio Denis», el poema dramático Los reyes y la primera de sus series de relatos breves, Bestiario, en la que se advierte la profunda influencia de Jorge Luis Borges.

La literatura de Cortázar parte del cuestionamiento vital, cercano a los planteamientos existencialistas, en obras de marcado carácter experimental, que lo convierten en uno de los mayores innovadores de la lengua y la narrativa en lengua castellana. Como en Borges, sus relatos ahondan en lo fantástico, aunque sin abandonar por ello el referente de la realidad cotidiana, por lo que sus obras tienen siempre una deuda abierta con el surrealismo.

Para Cortázar, la realidad inmediata significa una vía de acceso a otros registros de lo real, donde la plenitud de la vida alcanza múltiples formulaciones. De ahí que su narrativa constituya un permanente cuestionamiento de la razón y de los esquemas convencionales de pensamiento.

El instinto, el azar, el goce de los sentidos, el humor y el juego terminan por identificarse con la escritura, que es a su vez la formulación del existir en el mundo. Las rupturas de los órdenes cronológico y espacial sacan al lector de su punto de vista convencional, proponiéndole diferentes posibilidades de participación, de modo que el acto de la lectura es llamado a completar el universo narrativo.

Tales propuestas alcanzaron sus más acabadas expresiones en las novelas, especialmente en Rayuela, considerada una de las obras fundamentales de la literatura de lengua castellana, y en sus cuentos, entre ellos Casa tomada o Las babas del diablo, ambos llevados al cine, y El perseguidor, cuyo protagonista evoca la figura del saxofonista negro Charlie Parker.

Muy pronto, Julio Cortázar se convirtió en una de las principales figuras del llamado «boom» de la literatura hispanoamericana, y disfrutó del reconocimiento internacional. A su sensibilidad artística sumó su preocupación social: se identificó con los pueblos marginados y estuvo muy cerca de los movimientos de izquierdas.

En este sentido, su viaje a Cuba en 1962 constituyó una experiencia decisiva en su vida. Merced a su concienciación social y política, en 1970 se desplazó a Chile para asistir a la ceremonia de toma de posesión como presidente de Salvador Allende y, más tarde, a Nicaragua para apoyar al movimiento sandinista. Como personaje público, intervino con firmeza en la defensa de los derechos humanos, y fue uno de los promotores y miembros más activos del Tribunal Russell.

Como parte de este compromiso escribió numerosos artículos y libros, entre ellos Dossier Chile: el libro negro, sobre los excesos del régimen del general Pinochet, y Nicaragua, tan violentamente dulce, testimonio de la lucha sandinista contra la dictadura de Somoza, en el que incluye el cuento Apocalipsis en Solentiname y el poema Noticias para viajeros. Tres años antes de morir adoptó la nacionalidad francesa, aunque sin renunciar a la argentina.

sábado, 28 de junio de 2008

Feria del Libro 2008











Cuento




EL ENTIERRO


El día en que lo íbamos a enterrar, ese día llovió a cántaros. Entramos al cementerio, esta vez no con el mismo paso ceremonial con que lo hacíamos, sino, casi corriendo. Pues el cementerio de mi pueblo era un pedazo de terreno seco, lleno de cruces rotas desperdigadas por el camino, una hierba seca crecida hasta la cintura y piedras traicioneras que aparecían casi fantasmalmente a nuestro paso. Y ni así sabiendo que en cualquier momento alguien se podía caer, entramos corriendo cargando el cuerpo hasta el nicho. Los dos únicos hijos del difunto, venidos de no se sabe dónde, estuvieron a nuestro lado todo el tiempo. Él, un hombre joven de calvicie avanzada, ella, una mujer vestida de negro con los pelos cubriendo su rostro. Pero los demás que sólo habían venido para acompañar al muertito, miraban guarecidos, bajo los dos únicos árboles casi secos del panteón, ávidos de que todo se acabe ya, porque el hambre que traían hacía horas, les revoloteaba la panza. En total éramos siete; cuatro los que cargábamos al finado, los dos únicos hijos venidos de no se sabe dónde, y una vieja desdentada que escupía cada vez que lanzaba las oraciones al cielo. De pronto un golpeteo extraño se sintió dentro de la caja. Miré a mi compañero, un muchacho nuevo que había venido de la sierra, pero éste ya me estaba mirando primero. No tengas miedo, le dije en voz baja, eso es normal. Minutos después la caja empezó temblar, esta vez un frío intenso me recorrió el cuerpo. ¿Eso también es normal? Me preguntó. Sí, le contesté, inseguro de lo que le decía, buscando con eso, darme fuerzas también, allí el finadito se está acomodando nomás.

La lluvia empezó a arremeter con más fuerza. Los cielos se cerraron esta vez de una oscuridad más intensa. La noche caía suave sobre el panteón. Todo se iba pintando de negro. De pronto, golpes desesperados y exhalaciones ahogadas se empezaron a escuchar dentro de la caja. La vieja chillona salió corriendo remangando sus vestidos. Los dos únicos hijos venidos de no se sabe dónde, huyeron vociferando a voz en cuello, ¡el demonio, el demonio! Y nosotros, con una rara pasividad, bajamos la caja y la depositamos en le nicho, a dos metros de hondo; nos miramos sorprendidos y corrimos también como ellos.
Dos minutos después, le aullido lejano de un perro oculto tras la espesa niebla nacida del río, iba siendo fiel testigo de lo que allí, en aquel panteón del pueblo, pasaba.

domingo, 1 de junio de 2008

Cuento



TAMBORES LOCOS



“ Llovía. Así como llueve desde los cielos oscuros de su tierra, mojando sus cerros, empapándolo todo… Se pegó a la ventana. Se apoyó en el alféizar y observó cómo caía esa lluvia extraña para él. Tan extraña como el lugar mismo donde vive ahora. Donde respira. Donde trabaja. Donde trata de ser feliz. Entonces pensó en sus padres y sus hermanos y la lluvia esta vez empezó a caerle dentro”.


El cielo se hizo más y más oscuro y Papá no llegaba. Un ruido como de tambores gigantescos machacaban los cerros. De cuando en cuando unas luces brillantes caían cerquita de casa. Mamá lloraba. Clarita también. Papá había salido temprano, antes que este aguacerón caiga, a arreglar la cocina de una señora muy vieja, porque Papá era un “todista”, o sea, él arreglaba de todo, él sabía de todo.
Ya había pasado el medio día (y eso lo sé porque aprendí a ver la hora en el reloj viejo del colegio) y la lluvia empezó a caer. Primero como gotitas, luego como goterones. Entonces teníamos que colocar baldes y ollas de Mamá en todas las goteras que había en casa. La cocina, la sala y el comedor, eran los únicos lugares que se salvaban del agua ya que esos lugares estaban cubiertos con cielo raso y eran también los únicos lugares en donde uno no se volvía sordo. La calamina ensordece cuando llueve.


Los vecinos llegaron como a las tres. Hablaron con mamá, la abrazaron y le secaron las lágrimas que se le escapaba. Clara también lloraba con ella. Entonces se arrodillaron y empezaron a orar. ¿Mamá oraba o rezaba? ¿Cuál es la diferencia entre rezar y orar? Y alzaban las manos y le hacían hablar cosas raras. Así estuvieron como una hora rezando y orando. Mientras que nosotros a vaciar los depósitos llenos del agua sucia que caía del techo. Media hora después llegó una vecina más. La amiga de Mamá. Allí lloraron juntas caminando de un lado a otro y mirando de cuando en cuando el reloj negro que teníamos pegado a la pared de nuestra sala. Lo cierto es que ese reloj ya no me gustaba, quizá porque su color y su ruido infernal por las noches me traía un miedo de muerte. Cada vez ese ruido enorme como de tambores locos sonaba por todos lados. El “Culebras”, el Kurunday”, el “Pan de azúcar”, todos entraban en la misma música. Todos hacían el mismo ruido. Todos parecían venirse abajo. Ya empezaba a tener miedo.


Entonces mi casa se quedó a oscuras. Todo el pueblo se quedó a oscuras. Sólo sabíamos de la lluvia, porque caía como piedras en el techo. A veces la claridad llegaba por momentos gracias a las luces de los rayos que encendía el cielo como fuegos artificiales. Y allí estuve pegado a la ventana mirando a la noche prenderse. Y ¡Zas! Que miraba a la iglesia a mi izquierda. Y ¡Zas! Que miraba la casa de mi amigo a mi derecha. Y ¡Zas! Que miraba a Papá llegar empapado, casi a rastras a casa.


“Abrió la ventana. El frío entró como flecha en su pequeño piso. Sacó la mano y tocó la lluvia tan distinta pero a la vez igual a la de su tierra. Esta no hacía la misma bulla. No tenía el mismo olor a tierra mojada y no provocaba la misma oscuridad total en su casa. Metió la mano, se la secó en sus ropas y contempló de nuevo.”