domingo, 10 de mayo de 2009

Viejo




Despierto como casi todas las noches. Es el mismo ruido de siempre. El ruido en mi cabeza, el ruido de la calle, el ruido en mi cocina, mi baño, mi cuarto, mis huesos. Todo me hace ruido, no me deja dormir. Despierto ahora para mear. Porque llegar a una edad, la voluntad de mear se convierte casi en un acto religioso. Y si no era el ruido, eran las ganas de mear, y si no era las ganas de mear, eran los ruidos. Pero ese día me desperté con los ruidos. Me pongo las zapatillas azules, las que siempre dejo debajo de cama cuando me acuesto. Entonces camino lento, hasta llegar a la luz, pero ésta no enciende. Palpo la pared poco a poco hasta llegar a la puerta, la abro, salgo. A tres pasos está el baño, llego a él. Lo abro y tanteando, tanteando el aire, llego hasta el interruptor y hago un clic para encender la luz, pero nada. Ahora se escucha más ruido. Fuera, en mi cabeza, mis huesos. Dónde he dejado las velas, me pregunto, dónde. Trato de recordarlo todo, qué día fue, para qué fecha, no sé. Entonces como un fogonazo de luz se me viene a la cabeza el recuerdo casi nítido de que desde que murió mamá nunca hubo un apagón en Samne. Claro, nunca lo hubo. En qué estaría pensando. Y de eso hace más de quince años. Qué raro que no haya habido apagones en Samne, me pregunto y por qué me he acordado de mamá ahora. Salgo del cuarto a tientas, pienso por un momento en gatear para estar más seguro, pero desisto. Me niego a volver a ser niño. Ya he vivido mucho. Es más, las rodillas me dolerían. Sería gracioso si lo hiciera. Mi cuerpo no me lo permitiría. Estoy seguro. Al fin llego al baño, a la taza, la palpo, abro la tapa, las dos, porque de seguro mojaría todo el borde y eso mi madre no me lo permitiría si estuviese aquí, me jalaría las orejas, o me diría “cholo de mierda, no sabes apuntar bien”. Entonces pienso en sentarme como las mujeres a mear, así me volvería más seguro y no mojaría todo el borde de la taza, pero ¿es que me estoy volviendo loco? cómo lo voy a hacer, no soy tan viejo como creen, no soy una mariquita para sentarme. Pero si nadie te va a ver, me digo, cierra la puerta, bájate el pantalón, bájate el calzoncillo que de seguro te has meado en él un poquito y mea tranquilo. Pero no puedo hacer eso. Soy un hombre. No sé si es en esta noche en particular que hace más ruido o es que en todo mi cuerpo me hace ruido. Todo me suena. Todo. Al final desabotono los dos únicos botones que sujetan la bragueta del pantalón y trato de mear. Ya no es como antes digo. Cuando vivía en Samne la vida no era así. Recuerdo mear con suficiencia, fuerza, placidez, tranquilidad, uniformidad, sosiego; ése sí que era un chorro viril. No como ahora que el chorro me sale cuando quiere, sin ganas, sin fuerza, demasiado caliente porque me arde, disparado en todas direcciones, sin sentido. Y me río, pero de qué me vale reír si estoy viejo. Soy un viejo y lo reconozco. Y me vuelvo a reír esta vez con ganas y entonces al reír siento que el chorro sale con ganas y un poquito de fuerza por un momento. Dónde he dejado las velas, me pregunto. Por qué uno siempre tiene que llegar a viejo, por qué el llegar a viejo ya no puedes hacer las cosas que hacías antes, por qué un viejo siempre o casi siempre se nos ve con limitaciones, por qué las preferencias en el autobús, por qué los saludos, por qué los pañales, por qué las pastillas, los cuidados, la compasión, los jueguitos estúpidos con otros viejos, los paseos. Por qué no la muerte. Ahora mis ojos se me han aclarado. Veo mucho mejor. ¡Oh! Samne, mírame dónde estoy, mira dónde he venido a parar, estoy lejos de ti. Si Madrid fuera Samne desearía la muerte pronto. Pero no quiero morir solo. Mamá dónde estás. Estoy muerta me dice mamá en voz baja. Por qué te has ido. Porque me morí de vieja no lo recuerdas. Pero por qué me dejaste solo.



Julio Lucio Rodríguez (2009)

6 comentarios:

Red devil dijo...

Creo que sigues mejorando en cuanto a tus historias.
Conoces la cancion de "el viejo" de Pappo y la Renga le hubiera quedado bien de soundtrack.

Saludos.

: : TRUPERSAM : : dijo...

muy buena historia pato me gusto y comparto lo que dice el amigo Red Devil que estas mejorando mucho en cuanto a las historias, ya que hace mucho que no leo nada de ti y esto es distinto a lo que suelo leer de ti, lo dicho esto esta BACÁN!!! jeje

Ricardo Guadalupe dijo...

Por qué será que cuando perdemos a nuestros padres nos sentimos tan solos y tan viejos de repente.

Buen relato.

Julio L. Rodríguez dijo...

Gracias a los tres. Sólo esperaba que les guste. Algunas veces me he sentido viejo, uds. no? pero, y más adelante querré, por ley de la vida, volver a ser joven. Pero, lo que el protagonista de este relato piensa o pasa, en mis sueños ya lo he pasado. Quizá la soledad sea la culpable no creen?

Anónimo dijo...

Navegar por las palabras que dejas en un papel se antoja claramente una experiencia innolvidable. Muy bueno Julio un abrazo.

-Fer-

Julio L. Rodríguez dijo...

Gracias Fer, me halaga y más si viene de ti. Un abrazo.