sábado, 9 de agosto de 2008

Un abecedario difícil de enseñar

Cómo se puede llegar a ser profesor después de siete años de sacrificios y no ejercerlo nunca, más que en ver crecer a los niños de tu barrio con un libro bajo el brazo y no sentirte culpable por ello. En Perú, como en muchos países, ser profesor es un mérito venido a menos. Ésta profesión dignísima se ha convertido hoy por hoy, en el "salvaculos de los que no saben qué hacer". Creen que ser maestros es lo último que le queda a uno por ser, al no lograr su sueño de algún día convertirse en médicos, abogados o lo que sea digno para el ojo humano, vamos, para el qué dirán tus vecinos. Yo mismo me di con ese problema en las narices, tuve amigos que nunca lograron llegar a la nota suficiente para la que se requería, ¡medicina! me dijo el muy amigo mío. ¿Es que salimos del colegio sin la preparación suficiente para afrontar nuestra realidad o nuestro límite? Eso es, saber qué límites tenemos es lo que se requiere aprender y aprehender. Con ese conocimiento en las manos, podemos afrontar nuestra realidad.
¿Qué pasaría si el profesor que educa a tus hijos es uno más del montón que llegó a estudiar Educación porque no se le daba nada otras cosas, y aprobó el mismo por el "padrino" que tenía dentro y que ahora está sentado en el pupitre de madera, frente a treinta niños que le miran con asombro y miedo? No pasaría casi nada, más que convertir a nuestros hijos en autómatas impensantes (si es que existe esa palabra) que no esperan nada de la vida, tan sólo nacer, crecer, reproducirse y morir. ¿Y los sueños que tenemos que despertar a esos niños dónde quedan? No todos pueden soñar libremente, el estímulo es imprescindible, pero, la labor de "ése profesor" no es ese; su labor es esperar el fin de mes para poder cobrar y punto.
¿Entonces, me vuelvo a preguntar, qué pasaría si de mil docentes de una ciudad, el 75% de ellos son como nuestro ejemplo? Ni qué pensarlo de todo un país.
Uno que ama su profesión, que seguramente su nivel es superior y que no tiene padrino cómo llegar, pues se las ve cómo puede: rinde exámenes, va aquí, se va allá, viaja lejos, habla con quien sea, estudia mucho, prepara las clases, presenta papeles, hace todo para que la final no le sirva de nada, más que para darse disgustos y sentirse tan impotente.
¿En dónde quedamos los que queremos a nuestra profesión? ¿De qué nos ha servido todo esto? ¿A dónde hemos llegado? Pues, algunos como yo, a España a trabajar. Punto.




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